viernes, 24 de septiembre de 2010

¿De donde salio este ejemplar?

Por Nicolas Bengoa




Para contestar esta pregunta deberíamos recurrir a la razón, tendríamos que dejar de lado cualquier tipo de emociones y pensar ¿Qué lleva a una persona a llorar desconsoladamente cuando no obtiene resultados?. ¿Cuáles son los motivos por los que un ser humano puede acercarse a la bestialidad en cuestión de segundos?.¿Pueden convivir pensamiento y emoción en la misma persona, o es que el “fanático” solo puede sentir y se le deja al “hincha” la responsabilidad de reflexionar?, Eduardo Galeano define al fanático como el hincha del manicomio y sostiene que éste fanático también vive en el hincha mas callado.

Se me vuelve retórica la pregunta pero insisto ¿De dónde salió este ejemplar? Ese que llora, ese que se escandaliza invocando a Dios ante cada jugada que considera innecesaria, ese que emite palabras agraviantes a un tipo que se pone una camiseta de otro color (y que el día que el mismo se ponga la de su club lo aplaudirá sin parar), ese que hace posible la presencia de la madre del réferi por más que la pobre mujer este al otro lado del mundo, ese que le dura la pena o la alegría toda una semana, ese que pretende para sí el derecho de insultar, escupir y arrojar cosas a un jugador pero cuando éste le devuelve un grito desde la cancha se siente ultrajado y reclama venganza, ese que puede pasarse todo el partido prendiendo y apagando cigarrillos por que el fin de semana antecesor esa misma repetición de acciones (según su criterio) hicieron que su equipo ganase sobre la hora, ese que deja a su mujer el día de su cumpleaños acompañado por el resto de los familiares y se va a cumplir con el ritual sagrado de la cancha, ese que abandona a su misma madre que lo trajo al mundo en su día para ir a ver un partido de fútbol que no define nada, ese que se pone la pilcha de DT en el medio de la tribuna y dibuja sistemas tácticos con sus manos en el aire expresando su deseo de juego. ¿De dónde salió este ejemplar?

Algunos llegan al mote de “hinchas” por descendencia, si esto no se da pregonan una traición cuando un hijo o nieto se hacen hincha del club rival (tradicional de la familia), también están quienes pertenecen a un club por vivir en determinado barrio o ciudad y las cercanías de una cancha o club inducen a la persona a pertenecer. Las publicidades, programas de televisión, películas y hasta libros les dedican minutos y páginas enteras para mostrar hasta donde el argentino puede llevar su pasión, algunas proponen un paralelo con la manera de sentir el fútbol en otros países y exaltan (en algún punto) las características más particulares de los nuestros. Uno al verlas se emociona, se siente orgulloso, se le llena el alma de pertenencia, hasta llega al conformismo de decir “al menos en esto somos los mejores”. No sé si seremos los mejores, tampoco sé si lo denotado por los distintos medios es motivo de orgullo, sí estoy seguro que somos particulares, tengo la certeza de conocer el pensamiento de fanáticos, hinchas y simpatizantes (si es que se me permite la última categoría), y creo que la manera en que vive, siente y manifiesta la pasión y el amor al fútbol el hincha argentino es singular, es exagerada (a veces) y única; luego de todo esto sigo sin saber ¿De dónde salió este ejemplar?

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Volvieron los estudiantes

Por Nicolas Bengoa




No de un viaje de egresados, no de las vacaciones de verano, no de un campamento primaveral; volvieron los estudiantes a recuperar la identidad, volvieron los estudiantes a pelear por sus derechos, volvieron de la desidia, volvieron del exilio del desinterés, volvieron los estudiantes a participar de manera activa en la vida política de nuestra sociedad. A quienes vivimos nuestro trayecto estudiantil en la década del 90 esto nos genera envidia, nosotros estuvimos dormidos, nosotros sólo queríamos terminar el día de clases e irnos a casa a pasarla frente al televisor o consumiendo el 1 a 1 del menemato, nuestros intereses en la jornada estudiantil pasaban por no estudiar, por ver como zafábamos de las materias, por no ir a la escuela (porque nos parecía aburrido), si la institución escolar tenía un problema éste era de ella y no nuestro, si los profesores se quejaban por el sueldo y hacían paro nosotros estábamos contentos de no tener que ir a clases, si faltaban bancos nos sentábamos en el fondo del aula en el piso total “charlas con el de al lado no te ve el profe y zafás de tener que atender”, si no había agua en el baño te mandaban a tu casa y contento con sonrisa pícara le decías a tu vieja, cuando te preguntaba “porque volviste tan temprano”, “no había agua, mejor tengo la tarde libre”.



Visto todo esto a la distancia, después de haber crecido y razonar esos lejanos momentos, y haciendo una retrospección, creo que mi adolescencia (y la de muchos como yo) estuvo llena de nada, creo que el interés por lo superficial inundó esa etapa de muchas vidas, la “necesidad” de salir un fin de semana, las ganas de encontrarte a hablar de “cosas” con amigos, el amor adolescente teñido de banalidades, fueron (entre otras) algunas de las características de una juventud que nació, vivió y muró en la nada misma. Después de ver a estos chicos que hoy toman escuelas reclamando, de manera justa, que la institución no se caiga a pedazos, pidiendo las condiciones mínimas para poder estudiar, exigiendo a las autoridades un comedor estudiantil, me invade una envidia sana (si es que existe tal cosa). Creo que uno de los mayores logros de la dictadura militar fue el aniquilamiento de la militancia en la juventud. A través de un genocidio descarnado los militares de los ´70 terminaron con la posibilidad de ver a jóvenes reclamando por sus derechos, estos militares le quitaron al país lo más sano que este puede tener: participación de jóvenes y adolescentes que se interesan por la situación coyuntural del país, la participación de los jóvenes en actos o movimientos políticos, participación, participación y más participación; interés, interés y más interés.

Hoy en un nuevo aniversario de la llamada “Noche de los Lápices”, volví a ver esa pasión, volví a observar la fuerza de los chicos de los ´70 en estos pibes que los recuerdan a aquellos para que eso no pase nuevamente, pude ver cómo chicos de 17 años saben que fue la noche de los lápices, conocen causas, motivos, consecuencias y todo lo que rodeó ese momento histórico, tienen idea de que se les habla cuando se menciona la AAA (y no como se vio en un informe televisivo donde penosamente dos adolescentes rebosaban de ignorancia cuando se les preguntaba que era la AAA y la respuesta era: UNA VACUNA), saben quiénes fueron los gestores del genocidio y saben de qué hablan cuando hablan de Dictadura .

Antes de concluir con este breve pero sentido escrito quiero preguntar (ya que me toca de cerca), ¿Qué papel jugaron los medios de comunicación en la ausencia de juventud militante de los 90?. ¿Qué papel juegan hoy los medios de comunicación en esta activa juventud militante? ¿Qué cambió en nuestra sociedad?¿Por qué hoy si tenemos chicos participando de centro de estudiantes, de organizaciones políticas y hace 10 años eso no existía?, las respuestas a estas preguntas no las encuentro en mí mismo, tampoco espero que me caigan del cielo, tendré que buscarlas en una revisión de la sociedad, la política, la economía, tendré que contemplar todo junto, tendré que preguntarle a mi generación ¿qué nos pasó?, lo que si tengo cierto es el regocijo que me produce ver que los estudiantes volvieron.